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Por Fernanda Contreras.

En el Día de las Madres, Cuernavaca nos presenta relatos conmovedores que entrelazan la maternidad con la fuerza del trabajo diario.

Deysi Vázquez, madre de dos pequeños platica la incertidumbre y el amor incondicional hacia sus hijos, dedicando sus días a los cuidados primordiales que demandan paciencia y ternura.

Georgina Díaz nos compartió la plenitud de la maternidad como un regalo constante, donde cada uno de sus tres hijos ha enriquecido su vida de manera única. Hoy, ese amor sembrado se traduce en un apoyo tangible, un círculo virtuoso de cuidado mutuo que la sostiene en su camino.

La joven Karla nos muestra el rostro de la maternidad a los 19 años, un desafío que enfrenta con la determinación de guiar a su pequeño en sus primeros pasos. Su hijo se ha convertido en su inseparable compañero de trabajo, negocio que se encuentra en el centro de Cuernavaca, adaptándose con dulzura al ambiente laboral, aprendiendo y ofreciendo un silencioso apoyo mientras ella trabaja árduamente.

La historia de Esther Guevara Hernández revela la fortaleza de una mujer que crió sola a seis hijos, un testimonio de lucha y sacrificio. Hoy, enfrenta la soledad y la necesidad de trabajar para subsistir. Su anhelo para este Día de las Madres trasciende lo material: un simple gesto de sus hijos, su compañía, será el regalo más preciado.

Estas narrativas, diversas pero unidas por el hilo conductor del amor maternal y la dedicación al trabajo, nos recuerdan la doble jornada de muchas mujeres en Cuernavaca. Madres que con esfuerzo y corazón equilibran la crianza de sus hijos con la búsqueda del sustento diario.

En este Día de las Madres, celebramos su doble latir, su inmensa capacidad de amar y su admirable espíritu trabajador.

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