Punto Por Punto TV

Por Fernanda Contreras.

Cuernavaca.- Entre los muros de la Escuela Primaria Benito Juárez, en Cuernavaca, desde hace 61 años se encuentra trabajando la maestra María Teresa Aguilar Acosta. A sus 79 años, esta educadora personifica la vocación y el amor incondicional por la niñez, una pasión que la ha acompañado desde su infancia, cuando soñaba con guiar los primeros pasos de otros pequeños al mundo del saber.

Para doña María Teresa, ser maestra no fue una casualidad, sino el cumplimiento de un anhelo profundo. Desde niña, la idea de estar frente a un grupo, compartiendo conocimientos y abriendo ventanas a la imaginación, la llenaba de ilusión. A lo largo de más de seis décadas, ese sueño se ha materializado en incontables sonrisas, en letras que cobran vida en las manos de sus alumnos y en el brillo especial de los ojos que descubren la magia de la lectura por primera vez… su mayor satisfacción como maestra.

Su trayectoria ha estado marcada por la entrega y la sensibilidad, especialmente al trabajar con niños que enfrentan desafíos particulares. Siempre dedicada a los primeros años de la educación primaria, este ciclo escolar la ha llevado a guiar a los alumnos de tercer grado, demostrando su versatilidad y compromiso.

Las paredes de su aula han sido testigo de innumerables historias de superación, como aquella de la niña con problemas motrices a quien ayudó a descifrar las letras y a conquistar el mundo que se abría ante ella, o la anécdota entrañable del pequeño que, con gracia y alegría, danzaba el jarabe tapatío sobre una silla.

El legado de María Teresa trasciende las aulas. Sus ex alumnos, convertidos hoy en adultos, regresan a la escuela que los vio crecer para buscarla, para abrazarla y agradecerle la huella imborrable que dejó en sus vidas.

Para aquellos jóvenes que hoy se preparan para dar clases, María Teresa dio el siguiente mensaje: “Háganlo siempre con amor, entréguense por completo a sus alumnos”.

En su familia, la vocación por la enseñanza también floreció en sus dos hermanas. Sus hijos, aunque eligieron el camino de la informática, son un pilar fundamental en su vida. Su hijo la apoya incondicionalmente para que continúe ejerciendo su pasión el tiempo que ella desee, mientras que su hija, anhela su jubilación para que su dedicación y experiencia no sean injustamente cuestionadas por el paso del tiempo.

Sin embargo, para María Teresa, cada día frente a sus alumnos es un regalo, una oportunidad de seguir dando conocimiento y cosechando el amor incondicional de quienes han tenido la fortuna de cruzar su camino.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *