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De la redacción.

Ayala.- La gobernadora Margarita González Saravia y la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo encabezaron la ceremonia conmemorativa del 106 aniversario luctuoso de Emiliano Zapata Salazar, la cual dedicaron a las mujeres ejidatarias de Morelos y México.

Claudia Sheinbaum, dio el espaldarazo a la mandataria estatal, al señalar que “es la mejor gobernadora en la historia de Morelos”

Desde la Ex Hacienda de Chinameca, municipio de Ayala, las mandatarias entregaron títulos y constancias de propiedad a integrantes de la Red de Mujeres Agraristas, reconociendo todos sus derechos como poseedoras de la tierra.

Durante su discurso, la gobernadora de Morelos puntualizó que en Morelos 86 mil productores y productoras trabajan la tierra en 190 mil hectáreas distribuidas en 232 ejidos y comunidades. “Los campesinos aman la tierra y han mantenido, con esfuerzo y sacrificio, la producción en sus parcelas”, expresó.

Como resultado del trabajo diario, productos como el nopal, aguacate, higo, jitomate, pepino, cebolla, hierbas finas, miel, plantas de ornato, agave, arroz y peces de ornato se han posicionado de manera importante en los mercados nacional e internacional, destacó la gobernadora.

Margarita González Saravia reiteró que, honrando el legado del “Caudillo del Sur”, en su administración “el campo es primero”, y en alianza con el Gobierno federal, estarán trabajando para fortalecer a los productores.

“Nos sumamos a todas las acciones que realiza nuestra presidenta en favor de los campesinos, como el programa Cosecha Soberanía Alimentaria”, añadió.

Por su parte, tras entregar certificados agrarios a ejidatarias morelenses, la presidenta de México mencionó que, históricamente, las mujeres han desempeñado un papel fundamental en las transformaciones que ha vivido el país; sin embargo, no se les ha dado el reconocimiento necesario. Por ello, el objetivo es que desde el Gobierno de México se incremente el número de mexicanas que sean propietarias de sus tierras.

“Históricamente se pensaba que las mujeres no podíamos ser propietarias de la tierra, no podíamos ser ejidatarias o comuneras. Quien trabajaba la tierra, quien era heredero, era el hombre. Si había una familia donde el padre moría y tenía puras hijas, la tierra quedaba sin registro”, relató.

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