
Por Fernanda Contreras.
Cuernavaca.-El obispo de la diócesis de Cuernavaca, Ramón Castro, manifestó este Viernes Santo la dolorosa realidad de aquellos “caínes” que, sin mostrar preocupación alguna por sus semejantes, infligen dolor, sufrimiento y muerte.
La ceremonia religiosa previo al inicio del viacrucis fue oficiada por el obispo de la diócesis, Ramón Castro Castro, quien ofreció un mensaje de reflexión sobre el dolor humano y la necesidad de la solidaridad.
En entrevista, el obispo abordó con sensibilidad las diversas formas de sufrimiento que afligen a la sociedad actual. Sus palabras resonaron entre los asistentes al referirse a aquellos que, comparándolos con la figura bíblica de Caín, causan dolor, sufrimiento e incluso la muerte a sus semejantes, mostrando una alarmante falta de empatía y preocupación por el prójimo.
En este contexto de reflexión sobre la indiferencia y la crueldad, Ramón Castro elevó la figura de las madres buscadoras como un ejemplo palpable de dolor, pero también de una profunda búsqueda de justicia y verdad. Sus lágrimas, sus gritos desgarradores y su desesperación fueron presentados como un llamado urgente a la conciencia colectiva, interpelando sobre el papel de la fe y la acción para aliviar el sufrimiento ajeno.
El obispo cuestionó implícitamente la pasividad ante el dolor, invitando a los presentes a reflexionar, donde buscó despertar en los corazones de los feligreses un sentido de responsabilidad y la urgencia de extender una mano amiga a quienes más lo necesitan, siguiendo el ejemplo de amor y entrega que representa la Pasión de Cristo.
La presencia masiva de fieles evidenció la importancia de este acto religioso como preludio a la representación del viacrucis, un momento cumbre de la semana santa.
Concluida la eucaristía, los cientos de asistentes se dispusieron a participar en el viacrucis, llevando consigo las palabras del obispo Castro como una guía para vivir este día de reflexión profunda, recordando el sacrificio de Jesús y renovando el compromiso de construir una sociedad más justa y compasiva, donde el dolor de los demás no sea ignorado.