
Por Fernanda Contreras.
Cuernavaca, Mor. – Miles de devotos se reunieron en la avenida Emiliano Zapata de Cuernavaca para celebrar el día más importante de la Feria de Tlaltenango, un evento que este año celebra su edición número 305 en honor a la Virgen de la Natividad, conocida popularmente como la Virgen de los Milagros.
La celebración, que combina fe y tradición, atrae a fieles de diversas regiones, quienes se congregan para venerar a la virgen.
La devoción a la Virgen de los Milagros trasciende generaciones y fronteras. Un ejemplo de ello es la señora Lucía Molina, originaria de Villa Guerrero, del vecino estado, quien este año conmemoró su 40 aniversario de asistencia a la parroquia.
Para marcar este día tan especial, su familia adornó el recinto con más de 20 mil flores, una ofrenda que simboliza la gratitud y la fe inquebrantable que su familia ha mantenido a lo largo de los años.
El párroco Antonio Amaro compartió con los asistentes la historia de la imagen, una leyenda que se remonta a hace más de 300 años. El relato narra la llegada de dos “caballeros gallardos” que, descritos como figuras celestiales, se hospedaron en una posada y dejaron un cofre misterioso con la promesa de volver por él, algo que nunca sucedió.
La curiosidad sobre el cofre creció cuando la dueña de la posada empezó a notar fenómenos extraños: ruidos, agradables aromas y luces que emanaban del objeto. Impulsada por la inquietud, decidió buscar la ayuda de un sacerdote franciscano de la catedral de Cuernavaca para que la acompañara a abrirlo. El acto de fe y la expectativa del descubrimiento se han transmitido de boca en boca, consolidando la narrativa de un suceso milagroso que marcaría un antes y un después en la historia de la fe en Tlaltenango.
Este suceso marcó el inicio de la veneración a Nuestra Señora de los Milagros, atrayendo a devotos de diversas regiones. La fe en ella se ha convertido en un punto de referencia para los peregrinos que acuden a dar gracias y a pedir favores.