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Por Fernanda Contreras.

Cuernavaca, Mor.- En las primeras horas de la mañana, cuando la mayoría de los habitantes de Cuernavaca aún duerme, una figura se mueve incansablemente por las calles del centro histórico. Eduardo López, de 60 años, no es un madrugador más: con su escoba y su carrito, se ha convertido en uno de los guardianes silenciosos que, desde 2005, se asegura de que la ciudad amanezca limpia y ordenada.

Su jornada comienza antes del alba, recorriendo las calles que muchos ignoran, limpiando el rastro que la noche deja atrás. Para él, esta labor no es solo un trabajo, sino un compromiso que abrazó por amor a su ciudad y a su gente.

La historia de Eduardo en el mundo del barrendero comenzó hace dos décadas, por una invitación que cambiaría su vida. “Un amigo me dijo: ‘Ven, te enseño’. Desde entonces lo que empezó como una necesidad se transformó en una vocación, una que le ha permitido mantener a su familia: a su esposa y a su hijo.

Cada barrido, cada bolsa de basura recolectada, tiene un propósito mucho más grande que el de solo limpiar una calle; es el sustento y el futuro de su familia.

Su trabajo, aunque fundamental, a menudo pasa desapercibido. Son los héroes anónimos que, día tras día, cuidan el espacio público que todos compartimos. Sin embargo, su labor también nos recuerda que la limpieza de una ciudad no es responsabilidad exclusiva de unos pocos. Como sociedad, tenemos la obligación de ayudar a mantener el orden y la pulcritud en nuestras calles.

El mes de agosto es el momento ideal para reconocer y celebrar a estos incansables trabajadores. Los barrenderos son mucho más que empleados de limpieza; son la columna vertebral que mantiene la salud y el bienestar de nuestras comunidades. Su labor es vital, y su dedicación merece ser valorada.

Eduardo López, y todos sus compañeros, son un ejemplo de cómo la dedicación y el orgullo por el trabajo pueden trascender. Su figura, con su uniforme anaranjado, es un recordatorio de que los cambios más grandes en una ciudad a menudo son liderados por los gestos más simples y constantes.

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