Por Fernanda Contreras.

Cuernavaca Mor.- Con 18 años de servicio en la policía municipal de Cuernavaca, Miguel Alcántara es un testimonio vivo del sacrificio y la entrega que muchos elementos realizan al cambiar de oficio para servir a su comunidad con la determinación de quien ha encontrado su verdadera vocación.

En las calles de Cuernavaca, donde el deber y el peligro se entrelazan, Miguel Alcántara realiza patrullajes de inspección para apoyar a la ciudadanía en algún llamado de auxilio.

Antes de enfundarse el uniforme, Miguel se ganaba la vida como hojalatero. Sus manos, ahora firmes al empuñar el arma, estaban acostumbradas a moldear el metal.

El cambio no fue fácil. La transición de un oficio a otro implicó un entrenamiento riguroso y una adaptación a una realidad donde la incertidumbre y el peligro son constantes. Pero Miguel, con su carácter templado y su vocación de servicio, superó cada obstáculo.

La familia de Miguel, como la de muchos policías, vive con la constante preocupación de la inseguridad. Saben que cada vez que sale de casa, se enfrenta a situaciones de alto riesgo. Sin embargo, también sienten un profundo orgullo por su labor y por el valor que demuestra al proteger a su comunidad.

“Mi esposa y mis hijos son mi mayor motivación”, confiesa Miguel. “Saber que cuento con su apoyo me da fuerzas para enfrentar los desafíos de cada día”.

A lo largo de sus 18 años de servicio, Miguel ha sido testigo de la evolución de Cuernavaca. Ha visto cómo la ciudad ha crecido y cómo los retos de seguridad se han transformado. Su experiencia le ha enseñado que la labor policial va más allá de la aplicación de la ley; implica también un compromiso con la prevención y la cercanía con la ciudadanía.

Miguel Alcántara es un ejemplo de la entrega y el sacrificio que muchos policías realizan en Cuernavaca. Su historia es un recordatorio de que detrás del uniforme hay seres humanos con sueños, familias y un profundo sentido del deber.